Desarrollo mi lenguaje en obras de gran formato donde la imagen se construye mediante capas de pintura superpuestas. Voy hacia lo abstracto, alejándome de la figuración y buscando una composición más sutil y centrada en el color. Revelo y oculto utilizando acrílico sobre tela, valorando el gesto como una huella dactilar. Cada pintura refleja redes orgánicas de marcas que registran conversaciones íntimas entre el material y yo. Mis obras actúan como interacciones subconscientes de mi psique. Las defino como “pinturas que representan situaciones emocionales”, con las que busco recrear la intensidad de la experiencia. Formas indefinidas flotan en entornos sin fundamento. Creo espacios esquivos donde se desarrollan narrativas ficticias.
Parto de imágenes con las que se busca generar una experiencia visual y sensorial de cierta inmediatez. No se requiere mediación textual o conceptual. No son la presentación de un objeto, ni la imaginación de un espacio; tampoco ofrecen un procedimiento técnico llamativo. Pintadas con colores y acabados más o menos sucios, aparecen también escasamente inclinadas a ofrecerse como portadoras de una firma o un gesto individualizado. Bien pudiera pensárseles, más bien, como una especie de residuo visual.
En mis pinturas hay una idea inicial y un posterior desarrollo; lo primero suelen ser colores que se imponen de manera obsesiva. Mi obra remite a constantes temáticas del romanticismo, abrazando la emoción, la individualidad y ese barroco gusto por el drama. Mis imágenes tienen que ver con el surrealismo, entendido como el resultado incierto del automatismo o de una invención desbordada.
Siempre construyo a partir de la imagen y no de una idea. El accidente y el azar tienen que ver con esta imagen caótica y organizada del mundo. Todo parece depender de situaciones mínimas, de accidentes imperceptibles. En algunos casos intento encontrar un sentido al azar en otros casos me dedico a domesticar el azar, y por último hay casos en que hago del azar una ficción. Mi actitud frente al azar es analítica. Hay un interés por producir errores y su voluntad de darle cuerpo a algo que escapa a la lógica. Pensar a través de la pintura implica explorar su tendencia a sugerir figuras o representaciones reconocibles, y como construye sobre el pasado, el futuro y el ahora.
La máxima que alberga todo sistema de magia moderna es “como es adentro es afuera”, lo que significa a grandes rasgos que todo lo que está arriba se corresponde con lo que está debajo para lograr el milagro de lo único. Todo lo que pasa en un nivel de realidad pasa en el otro. En rigor, la máxima se usa para hacer corresponder el micro y el macrocosmos, uno y el universo.
Mis obras actúan como fantasmas emocionales, son filamentos del pasado que están obligados a repetirse, aunque ya no son idénticos a sí mismos: lo que fueron ya no es lo que son. Lo que llega al presente suele ser la representación de su trauma: el fantasma se presenta y representa aquello que lo hirió, que lo lastimó. Pintar, para mí, es como invocar un conjuro; es un llamado para que alguna entidad se manifieste
Si bien no busco algún efecto catártico al escoger estos temas: el trauma, el desencuentro o la frustración, se afirman también como elementos recurrentes de mi trabajo. Creo que es imposible aunque uno ponga toda su voluntad en eludir los aspectos traumáticos de su existencia en una actividad que como esta tan ligada a lo sensorial y a lo emotivo.